jueves, 28 de mayo de 2015

Galileo Galilei y la ley de la caida de los cuerpos


Contemporáneo de Kepler, Galileo nació y desarrolló  su investigación en Italia. Se le considera el iniciador del llamado método experimental, al aplicar leyes matemáticas a las observaciones  que hacía. Descubrió matemáticamente la trayectoria de un cuerpo en caída libre, la parabólica  de un proyectil, la del péndulo, etc.

Su principal contribución  a la Astronomía  fue el  uso del telescopio. Parece que fueron los holandeses los inventores, y ya habían usado en secreto anteojos con fines militares; sin embargo Galileo fue el primero en dirigir al cielo lo que él fabricó, con lo que descubrió las montañas en la luna, cuatro satélites alrededor de Júpiter  y que la vía Láctea no era una nube de celeste sino un conglomerados de miles de estrellas.

Es conocido si proceso con la inquisición. En  1610 publicó su obra Siderius Nuncios, en la que describía el cielo tal y como lo veía a través de su telescopio. Daba por  supuesto el sistema copernicano del sol en el centro. Una comisión de teólogos de la inquisición no lo vio  compatible con algunos pasajes de la Biblia en el que, en un lenguaje propio del tiempo en que fue escrita, se habla del movimiento del sol a través del cielo. Galileo, buen católico, argumento  que quizá no había que interpretar las sagradas Escrituras literalmente, tal como se hace hoy. El cardenal Belarmino, muy influyente entonces en el Vaticano, también era de esa opinión, pero esa tesis no tuvo éxito y Galileo fue conminado en 1616 a enseñar la teoría heliocéntrica solo como hipótesis, es decir, como suposición, mientras no hubiera pruebas más evidentes que lo demostraran. Hay que nombrar que Galileo, guiado quizás por su genial intuición científica aportaba unas pruebas que no eran demasiado concluyentes, incluso alguna era errónea. Las principales eran:

 

  • El movimiento de las lunas de Júpiter alrededor del planeta. Los primitivos telescopios  que fabricó, además de rudimentario, no eran regulables (el enfoque era fijo, y cualquier pequeño defecto de miopía etc. No se podía ajustar), y por lo tanto, era difícil que personas no expertas vieran algo claro a través de ellos. A todos nos a pasado cuando miramos por primera vez por un telescopio de aficionado, mucho mejor que los de entonces: no sabíamos que estábamos viendo. Por otra parte, el que hubiera lunas girando alrededor de Júpiter no implica necesariamente que la Tierra gire alrededor del Sol.
  • Las fases de Venus. Este hecho también se podía explicar con el sistema de Tycho, al que se aferraron los teólogos.
  • Las mareas serian producidas por la fuerza centrifuga en el movimiento de rotación y traslación de la Tierra. Galileo se empeñaba en que debería haber una solo marea al día, cosa que cualquier marinero desmiente. Posteriormente se demostró que esta prueba era falsa, ya que la causa de las mareas es la atracción gravitatoria de la Luna y el Sol.
  • El sistema heliocéntrico era mas sencillo que el de Tolomeo.

 

Posteriormente, en 1633 Galileo, al publicar su obra Diálogos en la misma línea, fue procesado formalmente por un tribunal de la inquisición y desterrado a su villa de Arcetri, en Florencia, donde siguió investigando  hasta su muerte, nueve años después.

En este proceso, el tribunal eclesiástico no supo delimitar el campo religioso del científico. Curiosamente, el tribunal se equivocó en su especialidad, la interpretación de las Sagradas  Escrituras, y acertó en lo que no lo era, el método experimental, que exige tratar una teoría  como hipótesis hasta que este suficientemente demostrada. Y Galileo se equivoco en su especialidad el método  científico, y acertó en lo que no lo era, en la interpretación de las Sagradas Escrituras.

Cien años después los hechos se impusieron y se aportaron mas y mejores pruebas, y en 1741 el Papa Benedicto XIV concedió el imprimátur –autorización- para la publicación de las obras de Galileo y retiró del Índice –especie de catalogo de libros contra la fe católica- los libros a favor de la teoría heliocéntrica. En 1992, el Papa Juan Pablo II, hablando de este tema, animo a los teólogos y científicos a respetar sus respectivos campos de investigación que, por ser distintos, no deben oponerse.

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